lunes, 30 de marzo de 2009

Suelo de conservación, patrimonio de la ciudad


El DF tiene una extensión territorial de 1,499 km2, de la cual sólo 615 km2 es suelo urbano (41%). Una proporción significativa del área del DF aún sigue sin urbanizar, lo cual es una buena noticia si se considera la importancia de mantener el equilibrio ambiental de esta gran urbe.
Un acierto al respecto es la definición de áreas no susceptibles de urbanización, por su importancia ambiental para la ciudad, como lo es el suelo de conservación. Cualquier modificación de este valioso instrumento para la sustentabilidad de la urbe debe meditarse profundamente. En el pasado se tomaron decisiones sin considerar seriamente la variable ambiental lo cual afectó a la ciudad a corto y mediano plazo como lo ejemplifican los problemas de recarga del acuífero de la cuenca del valle de México.
El suelo de conservación es un importante patrimonio natural de la ciudad, que proporciona “servicios ambientales” centrales para la sustentabilidad como la captación e infiltración de agua al manto freático, la regulación del clima, el mejoramiento de la calidad del aire, el mantenimiento de la biodiversidad endémica de la cuenca, entre otros.
Desafortunadamente, la feroz urbanización de la ciudad en los últimos 50 años ha impactado tanto la cantidad como la calidad del suelo de conservación. No sólo se le han restado kilómetros cuadrados de suelo de conservación sino que la definición tardía y escasamente vigilada de áreas en el DF vitales para su equilibrio ambiental, han llevado a la extinción de flora y fauna endémica en la cuenca, la cual es difícil estimar, ya que tampoco se tiene un vasto inventario de lo que se tenía ni de lo que aún queda.
Aún con la definición que dicho instrumento brinda, poco a poco ha sido invadido por construcciones ilegales de viviendas; con el paso de algunos años,estas viviendas van conformando núcleos habitacionales importantes que, por su grado de consolidación y ante la falta de políticas públicas en materia de vivienda que estén enfocadas en atender esta problemática, obligan a las autoridades a regularizarlas restando espacio al suelo de conservación. El problema se agrava ya que no sólo se tiene que abrir el suelo para instalar los servicios urbanos básicos sino que se vuelve obligada la llegada del pavimento y conectividad de estas zonas al resto del área urbana de la ciudad, con los consiguientes efectos nocivos de la quema de combustibles fósiles del transporte público.
En consecuencia, es fundamental insistir en que no se debe permitir la consolidación de construcciones en el área definida como suelo de conservación, mediante una vigilancia más estricta y continua, tanto institucional como ciudadana. Debe abandonarse de una vez por todas la práctica de regularizar y – hasta donde sea posible - las áreas ocupadas deben ser recuperadas para su reincorporación a la provisión de servicios ambientales para la ciudad.
Detener los efectos negativos que la urbanización descontrolada tiene sobre el medio ambiente de la ciudad es posible si la autoridad es lo suficientemente fuerte, y si se generan las condiciones para que la propia ciudadanía participe más activamente en la conservación de dichas áreas.

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