Lo que iba a ser una corta estancia en tierras sevillanas para realizar un encargo, se convirtió en un período clave que daría un giro crucial a su trayectoria y a su vida.
Los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica exponen por vez primera y hasta el mes de enero loa totalidad de las obras del periodo sevillano del célebre pintor y escultor belga Constantin Meunier.
En 1882, Contantin Meunier(1831-1905), prestigioso artista bruselense fundamentalmente conocido hasta entonces por su especialización en temas históricos y religiosos, recibe el encargo oficial de realizar una copia del lienzo del siglo XVI El descendimiento de la cruz,de su compatriota Pieter Kempeneers(más conocido en España como Pedro Campaña), expuesto en la catedral de Sevilla.
Menunier acepta la misión con escaso entusiasmo, teniendo un desconocimiento total de la ciudad a la que se dirigía y con el único pensamiento de regresar cuanto antes a su tierra.
Llega el artista belga a Sevilla el 10 de octubre de 1882 con tan mala fortuna que lo primero que recibe es la noticia de que el obispado sevillano, la autoridad que había dado el visto bueno a la operación que le había llevado a él a esas remotas tierras y q iba a ser su persona de referencia durante su estancia en España, acaba de fallecer. La situación de indecisión y de caos que se instala en la catedral de Sevilla como consecuencia de esta muerte perturba enormemente a Meunier, quien no tenía otro afán que ponerse manos a la obra de inmediato, trabajar intensamente y terminar cuando antes la tarea que se le había encomendado. Pero el permiso para comenzar a pintar el retablo no lo recibe hasta dos meses y medio después.
Este inesperado giro en el programa fuerza al artista a salir a la calle y a encontrarse con una ciudad por la que en un principio no tenía interés alguno. Sin que él lo supiera, acababa de iniciarse el periodo sevillano de Meunier.
El visitante encuentra escenas cotidianas de la vida sevillana, desde la gente que entra y sale de la catedral, hasta los comerciantes, los mendigos, el ambiente en los mercados, en los bares,....lo que el propio Meunier definió en sus cartas como "el espectáculo de la calle". Al artista le gusta la arquitectura de la ciudad, su luz, sus colores. También capta el pintor ciertas manifestaciones populares muy apreciadas por los sevillanos como los combates de gallos y las corridas de toros, defieniendo la fiesta taurina como "interesante, curiosa, pero horrible al mismo tiempo".
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